martes, julio 24, 2012

Hora de Aventuras


La comadreja Brown caía bien. Era refunfuñón, quejicoso y hablaba más de la cuenta. Un día, el pato Willow y la pájara Sam iban charlando de cómo construirían su nuevo escondite. La comadreja Brown se rió y dijo que no sabía porqué estaban perdiendo tanto tiempo hablando si construir un escondite era lo más sencillo del mundo. Dijo que podía construir una casa en dos semanas. El pato Willow y la pájara Sam apostaron tres peniques a qué eso no era posible. Ajá, exclamó la comadreja.

Se compró un portátil para buscar información en el ancho internet (ja, ¿quién perdía tiempo yendo a bibliotecas? .Pero, al buscar encontró un videojuego de lo más simple e insustancial. Por cinco minutos no pasará nada, dijo la comadreja Brown.

A la semana, aparecieron el pato Willow y la pájara Sam en su casa y sonreían, pues no había indicio alguno de que la comadreja hubiese empezado si quiera la construcción de un escondite y, por tanto, tendrían tres peniques para derrochar.

"Queréis dejarme acabar de echar una partidita?", dijo la comadreja Brown. "Nos debes tres peniques", dijeron al unísono el pato y la pájara.
Salió malhumorado de su casa, cogió dos palos marrones y los clavó al suelo. Cogió el portátil, lo abrió lo clavó en los dos palos marrones. Sacó una pistola de rayos reductora y se auto-disparó llevándose por el camino al pato y a la pájara. "Lo veis, ya está", escupió la comadreja Brown mientras el pato Willow y la pájara Sam estaban decidiendo cómo iban a amueblar la casa

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