lunes, agosto 20, 2012

Camarero de acero


Entró un hombre recto y pomposo en un excelso restaurante. Depositó sus desconocidas nalgas en una confortable silla de madera y, con un hilo de voz, le dijo al novel camarero que quería el mejor plato del mundo.

El camarero, alto y espigado, fue a la cocina pero lo que vio (y olfateó) no le pareció algo similar al mejor plato del mundo. Era su primer día de trabajo y no quería fallar. Así que se enfundó una destartalada chaqueta y fue en busca del manjar ideal. Recorrió lugares inhóspitos, lugares pasajeros, lugares vulgares y muchos lugares más. Hasta que dio con el plato perfecto.

Pero al volver al excelso restaurante, éste había cerrado por la queja de un cliente recto y pomposo que se quejó amargamente de la tardanza del servicio.



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