martes, noviembre 03, 2015

Mejor de lejos


Condujo a la carcajada de fresa a un lugar luminoso, espléndido en su fugacidad, y le relató las bondades de un día lluvioso. Acto seguido, le acompañó a su palacio de cristal, le dijo hasta la semana que viene y se fue a París. No entendía la bohemia de allí porque no sabía francés. Cambió de país pero se olvidó del nervio, del ritmo, de lo que rockea.

Cruzado de brazos, víctima de una ambientación mesiánica. Pero le falla la voz. Cuando habla, su timbre de voz horroriza a la armonía y a la paranoia.

Gentes gentiles que duermen en paz por la noche. La noche.
Él quiere dormir también. Duerme. Es de noche.

Coches grandes galopan por el asfalto, esa brisa de la calle que huele a ciudad, algún anónimo a pie con pensamientos buenos y malos, robustos ecos que resuenan al ritmo de otros coches más grandes. Capacidades y oportunidades, destellos de voracidad, sueños acaramelados...Ya sabéis, amor en la maldad.


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