jueves, diciembre 17, 2015

Rufianes hay en todos los lados


Un monstruo voraz, fiero y salvaje aterrorizaba una pequeña aldea llamada Epiglotis. Esta aldea era conocida por la extraña tradición de un ritual que consistía en acostarse con el diablo y tener pequeños siervos del no señor llenos de malicia. Uno de estos series medio bondadosos, medio malignos calzaba unos zuecos que estaban hechos de madera de roble azul. Pues bien resulta que la madera de roble azul desprendía una sustancia llamada ysphilistica que era letal contra los pequeños duendes de nariz chata y flato eterno. Esos zuecos de madera de roble azul y que vestía uno de los pequeños siervos pisaron sin querer al útimo de los duendes de nariz chata y flato eterno. Se llamaba Julián y era muy callado. El duende. El pequeño siervo maligno era anónimo en un mundo de ecos y saturación de la imaginación.


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