martes, septiembre 12, 2017

Brotes de ofertas


Los ojos se le salían de las cuencas: era casi cómico. Apretaba la mandíbula porque no quería pecar, se aferraba a una fe que nunca había tenido para lograrlo. No pecar.


Caras y caras desfilaban en su subconsciente. A tí te he saludado, decía. A ti te conozco, decía. Los gestos se retorcían hasta ser una masa uniforme y compacta, y todos sonreían su fugacidad. No pecar.


Pero el miedo aparecía pasados un par de días. Seguían los dientes rechinándole, pero todavía no había pecado. Lo había conseguido. Sangre, vísceras emocionales esparcidas por el suelo que dejaban constancia de lo heroico y absurdo del momento. Bien. Bien.

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